Los diferentes ecosistemas del centro para el desarrollo del Movimiento Autónomo son entornos estimulantes. En ella los niños pueden moverse libremente, elegir lo que quieran y desarrollarlo de forma natural en función de sus intereses y motivaciones. Son espacios que respetan la diversidad, que tienen en cuenta en todo momento el ritmo individual de cada niño.
El profesor es un observador activo. Claro que coordina y es un estímulo para el niño; pero los niños son los verdaderos protagonistas cuando interactúan con los materiales, circulan por los espacios y realizan actividades.
Los adultos observan, reestructuran y vigilan los espacios para que poco a poco se respeten las normas que se imponen. A partir de la observación se reformulan los planteamientos y se valora cómo ayuda cada niño en función de su momento.
La autonomía infantil también permite que el adulto pueda estar cuando alguien lo necesita y realizar otro tipo de intervenciones puntuales. Así podemos respetar la diversidad del alumnado y responder a las situaciones que se dan en estos entornos tan ricos. Al mismo tiempo, el profesor adquiere un gran conocimiento de cada niño, ya que este planteamiento facilita la interacción y permite crear vínculos muy fuertes.
Los ecosistemas se van desarrollando y adaptando a lo largo del curso, respondiendo a los intereses y necesidades del alumnado. Por eso trabajar en ecosistemas requiere mucha organización y una búsqueda constante de materiales de calidad.